jueves, 10 de noviembre de 2011

Cómo fotografiar comida (II). El punto de vista

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Cómo fotografiar comida (II). El punto de vista

…desde mi punto de vista…”
La importancia que tendrá el punto de vista, que ha trascendido el ámbito artístico para incorporarse al lenguaje coloquial. La definición que nos da la Real Academia Española es doble; por un lado nos remite a su definición técnica como “aquel en que el rayo principal corta la tabla o plano óptico, y al cual parecen concurrir todas las líneas perpendiculares al mismo plano”, y por otro a ese significado del habla común antes mencionado: “Cada uno de los modos de considerar un asunto u otra cosa”.
Pues de eso quiero hablaros hoy. Vimos en la anterior entrega de Cómo fotografiar comida la importancia de montar una escena, de encuadrarla y de componer la imagen, y omití —deliberadamente— hablar de dónde situar la cámara, porque el tema da de sí como para hablar en exclusiva de él.
Por eso una vez tomada la decisión de qué elementos van a integrar la escena hay que estudiar desde dónde vamos a hacer la foto. Me diréis, no sólo hoy, sino más adelante y en repetidas ocasiones: “Pues a este paso vamos a integrarnos en FaceBook en el grupomehanechadodecasaporquelacomidaseenfríamientraspiensoyhagolasfotosdelasnaricesparaelblog”. La verdad es que sí, que es pesado para los demás. Por eso —repito— hay que tener todo pensado antes de hacer la foto. Igual que pensamos en la receta, y vamos comprando los ingredientes, para que cuando nos pongamos no nos falte de nada, hay que ir dándole vueltas poco a poco a como vamos a hacer la foto. La experiencia en esto ayuda, y nos permite ir relegando cada vez más aspectos a la improvisación. Además hay que lograr que la experiencia no se nutra sólo de nuestras vivencias dándole al dedo, sino que también debe aprovecharse de ese tiempo que pasamos frente al ordenador viendo las fotos de los demás: hay que aprender a mirar y a analizar aquellas fotos que nos gustan, que con ello también se extrae conocimiento para hacer las nuestras.
Un poco de teoría
El rayo principal que menciona la definición de la RAE es, dicho coloquialmente, el que determina la cámara sobre el plano de la escena que queremos fotografiar. Y es que dependiendo de dónde ubiquemos la cámara, lo que queramos decir con nuestra fotografía quedará dicho de una u otra manera. Así hablaremos de:
  • Toma cenital: Cuando la cámara se dispone en la vertical del objeto que queremos fotografiar, mirando hacia abajo.
  • Plano picado: La cámara adopta una posición elevada con respecto al objeto, sin estar exactamente sobre él.
  • Toma a nivel: En este caso cámara y objeto están en el mismo plano.
  • Contrapicado: La cámara se sitúa por debajo del objeto. Este tipo de tomas no tiene aplicación en fotografía gastronómica, salvo para bebidas.
Por tanto en nuestras fotografías el punto de vista abarcará desde la toma a nivel hasta la cenital, siendo lo normal que el plano sea picado. Hilando fino, y en gastronomía, podríamos distinguir tres casos a su vez dentro del plano picado, puesto que hay mucha diferencia entre un plano picado casi cenital y uno casi a nivel. Si tomamos como referencia el punto de vista del comensal, hablaríamos de:
  • Plano picado propiamente dicho: cuando está por encima de aquél,
  • Natural: para referirnos al del comensal, y
  • Rebajado: cuando está por debajo de él, y casi a nivel.
Y ahora, la práctica
Como siempre, una imagen vale más que mil palabras.
En un extremo tenemos esta imagen tomada totalmente a ras de la escena. Como es evidente, la imagen resulta absurda, porque no se ve lo que queremos fotografiar.
En el otro extremo, esta toma cenital con la cámara dispuesta exactamente en la vertical de la escena. Los vasos y copas se convierten en objetos prácticamente irreconocibles. Cómo los líquidos son transparentes, el cerebro es capaz de imaginar lo fotografiado, pero es difícil reconocer las formas. ¿Cómo son las copas o vasos?
Pero bueno, entonces ¿dónde pongo la cámara? Tratándose de comida, como nunca vamos a fallar es colocando la cámara en una posición intermedia, como si estuviéramos sentados a la mesa y tuviéramos el plato delante. Es el punto de vistanatural, y nada chocará al espectador. A partir de aquí, con un encuadre y una composición correctos, la foto estará resuelta.
Marchando unas magdalenas…
Pero hay veces que resulta muy interesante dar una vuelta de tuerca y aventurarnos a explorar las posibilidades creativas de la fotografía. Un ejemplo. Resulta que nos han salido unas magdalenas hermosas. ¿Dónde coloco la cámara?
El punto de vista natural funciona, y la toma quedará correcta, pero ¿por qué no pruebas a bajar la cámara hasta el plano superior del molde, o incluso un poco más abajo? Todo el copete de las magdalenas quedará por encima del horizonte visual, y parecerá aún mayor, y tus magdalenas serán la envidia de toda la blogosfera.
Si pruebas a hacer una toma cenital, verás que aunque puedas fardar de foto, nunca podrás fardar de magdalenas.
…o una crema
Otro ejemplo. Con una crema podemos observar el efecto contrario. Igualmente observarás que la toma natural funciona razonablemente bien.
Pero realizando una toma cenital comprobamos que el plano de la crema adquiere relevancia. A ello contribuye que la superficie de la crema está sobre un plano perfectamente perpendicular a la cámara, lo que garantiza un foco perfecto.
Puedes probar a hacer una toma rebajada —ya vimos que a nivel es absurdo— y observarás que la foto no gana, más bien pierde.
Con todo esto vemos que lo fundamental es ensayar, lo que nos dará la experiencia necesaria para ir delimitando qué puntos de vista funcionan para cada tipo de plato.
El trípode
El otro día escribí: “Independientemente de la cámara que tengas, usa un trípode.”
Y sigo diciéndolo. No hay foto —gastronómica— buena sin trípode. Cuando en la próxima entrega hablemos del foco lo recalcaré una vez más; la definitiva.
Y me dirás —me lo habéis dicho ya—: “¿y como te apañas para usar el trípode en una toma cenital?” Ante todo hay que saber sobreponerse a las dificultades:
Extendiendo más una pata que las otras dos, y sujetándolo firmemente con una mano mientras disparo suavemente con la otra:
¡Que no vengan los de prevención de riesgos laborales! Sin arnés, sin casco, sin red de protección… ¡Un desastre!
Con un poco —más— de dinero se puede conseguir un brazo como el que veis en la foto para lograr colocar la cámara justamente sobre el plato. Si optáis por comprarlo, mi deber es advertiros que debéis tener cuidadín porque por aquella ley física del punto de aplicación de una fuerza, vuestra cámara réflex digital útlimo modelo puede acabar para el desguace en —por— un momento. Con las compactas no hay problema porque pesan menos. Fijad la cámara y tirad un poco de ella hacia abajo. Si tiende a caerse, mucho ojito. Si tiende a volver a su posición, menos ojito, pero ojito en cualquier caso.
Y como siempre, hay una solución para cada bolsillo. Ya veis que se puede tirar con un trípode corriente de 20 o 30 euros, y a partir de ahí, buscando en internet, podréis encontrar desde trípodes con brazo perpendicular, robustos y económicos por unos 80 o 90 euros hasta los de verdad de Manfrotto, por ejemplo, que cuestan unos 400 euros. ¡Todo depende de las cañas que sea uno capaz de sacrificar en favor de la fotografía!
El próximo día, hablaremos del… foco.

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